“La rosa de la nada”, de Leonardo Reyes Jiménez

Siempre es emocionante descubrir nuevas voces poéticas, ciudades construidas de versos por las que caminar y perderse, como este libro, La rosa de la nada, publicado en 2023 por Huerga y Fierro. Su autor, el joven dominicano Leonardo Reyes Jiménez, ya cuenta con una respetable trayectoria literaria y, sobre todo, tal como demuestra en su obra, con un fondo nada desdeñable de lecturas, entre las que destacan Alejandra Pizarnik y Roberto Bolaño, citados al comienzo. La rosa, imagen impasible de la belleza, abre el umbral del sueño por el que nos adentramos, respirando desde la voz lírica, descubriendo las calles de un Madrid que es promesa e incertidumbre: “un faro de la nada o un cuchillo”. El poeta inmigrante se contempla a sí mismo deambulando por la ciudad que empieza a conocer, que desea hacer suya, se observa desde la distancia; a veces se siente vivo (“como si estuviera sentado en un cómodo sillón / e hiciera las paces con mi alma”); en otras ocasiones, “como el habitante de una habitación extraña”.

La poesía es siempre refugio “sobre este campo desolado”; el poeta busca con ella recuperar lo primigenio, “que la escritura sea lo que era al principio”: “un desahogo / la expulsión del desasosiego”. Sin embargo, encuentra una barrera temporal; se siente diminuto frente a sus grandes referentes: “Quizás ya todo concluya en este siglo / Después de algunos poetas ya no hay literatura posible”. La poesía también habita en la paloma, ese “último animal libre en el mundo”, porque la ciudad asfixia, vuelve la espalda a la voz lírica, que reflexiona sobre la existencia. La vida es “un personaje misterioso / Alguien que nunca se quitaba la máscara después de las actuaciones”; es una vida “joven pero absurda”, que agota, que produce “un miedo al horizonte un temblor a la caída”, y concluye el poeta: “Y quizás es mejor morir ahora cuando no le temes a la muerte”.

El amor acompaña a la voz lírica en esa soledad, en esa extrañeza: “Nosotros maldiciendo al mundo y el mundo maldiciéndonos a nosotros”. Hay una intimidad erótica y emocional que fortalece el corazón, pero ese sentimiento es efímero; el poeta prevé su final: “No me abandones ahora que llega el frío / y la noche se asoma sobre mi alma”. Y ese final llega inevitablemente: “Lentamente se alejó nuestro amor como las gaviotas que sobrevuelan el muelle. De nuevo, la asociación de las aves con la libertad.

Tras el amor perdido, el “fin del sueño”. Dos poemas finales que contemplan la fugacidad de las cosas, incluso de los propios sentimientos: “Se desvanecerá este amor que siento por todas las cosas”.

En síntesis, se trata de una obra sorprendente, reflexiva, que no deja indiferente al lector. El poeta, perdido en la ciudad y en su propia vida, se reencuentra en la literatura.

“Equívocos Árboles Caligrafías Personas”, de David Delfín

Nunca me había adentrado en la poesía de David Delfín y he de confesar que me ha asombrado profundamente. Ha sido un viaje totalmente inesperado, plagado de referencias culturales; una batidora de épocas, lugares, personajes históricos o de la cultura popular; un torbellino que absorbe al lector y lo conduce de la mano, atravesando prosas y paisajes oníricos, reflexiones, flujos de pensamiento… hasta llegar al final, que es algo así como bajar de una nave espacial y experimentar un leve mareo, una leve extrañeza, que te deja con ganas de releer la obra porque, de algún modo, sientes que no le has sacado el jugo suficiente, que más interpretaciones esperan detrás de cada página.

Como muy acertadamente escribe Jesús Aguado, autor del magnífico prólogo –“De la fragilidad. Siete aproximaciones a David Delfín”–, esta poesía “no produce enunciados ni mensajes, sino energías, atmósferas, anfractuosidades, indeterminaciones, sesgos, roturas”. Una poesía que “nos descoloca”, “duda”. Del epílogo se encarga Agustín Fernández Mallo, quien afirma que “la poesía de David Delfín es un planeta para habitar y dejar que te habite”. En efecto, el poeta ha sido capaz de crear un universo propio, uniendo piezas que, a priori, no concebimos que puedan encajar. Sorprende también el inmenso fondo de cultura que subyace tras todo el conjunto, reflejado a través de citas y referencias más o menos explícitas.

El malagueño David Delfín cuenta ya con una larga y fructífera trayectoria poética y ha publicado también ensayo. Sin duda, ha sido capaz de crear una voz propia, reconocible y admirable, en el panorama contemporáneo.

(ÓRGANOS)

A Pablo Aranda, in memoriam

¿Con qué desenvoltura

y hasta cuándo puede silenciarse el dolor pegado a tus otros nombres? En pocas cosas el caballito de mar manteniéndose erguido sin decir por qué se aleja. En pocas cosas las dobles erres y los periódicos recién pensados, la corbata aleatoria de los reinos mentales. En pocos cines los fotogramas con los que remediar la escena sobre morir releyendo a Borges contra su propio making of. Agosto insensible –domingo, vientos del noroeste débiles, 42º–; la altura en los pseudónimos del yo como un derrumbe.

(Equívocos Árboles Caligrafías Personas, David Delfín. Maclein y Parker, 2022).

Conchi Rechonchi y Loli Panoli

Soy de esos lectores adultos que siguen disfrutando con un buen libro catalogado como “infantil”. Y hoy os vengo a recomendar uno que me ha tenido encandilada en las pocas horas que me ha ocupado su lectura: Las aventuras de Conchi Rechonchi y Loli Panoli. El caso de las cabezas sin diadema (Raspabook, 2022). Con él, Jorge Pozo Soriano, que este año se ha estrenado públicamente como poeta con dos poemarios premiados, nos demuestra que su escritura es polifacética y que lo mismo te compone un poema intensísimo sobre la muerte y el amor que se pone en la piel de Eli Modeli, una presumida niña de segundo de Primaria que tiene una madre youtuber y una afición detectivesca, desde que decide investigar en su colegio, Las Azucenas, el misterio de por qué están desapareciendo las diademas de todas las cabezas. La acompañan Conchi Rechonchi, cuya mayor pasión es la comida, y Loli Panoli, que parecía alelada hasta que, de repente, comienza a hacer una serie de observaciones que dejan a todos boquiabiertos.

Al principio, Eli rechaza a las dos niñas por ser “raras” y “frikis”: por ser distintas al resto. A medida que pasa tiempo con ellas, va desarrollando una creciente amistad que la hace reflexionar y comprender que, a pesar de sus diferencias –o precisamente por ellas–, Conchi y Loli son geniales: unas amigas divertidas y fieles, que no dudarán jamás en defenderla. Con ellas, logrará resolver el misterio de las diademas. Hay siempre en la narrativa de Jorge un canto a la diferencia, una reivindicación de la tolerancia. En este libro, además, puede apreciarse su vocación profesional –es maestro de Primaria– y la presencia constante de ese niño interior que todos llevamos dentro. La irónica e inteligente Eli, que puede parecer frívola al comienzo y, en realidad es sensible y emocional, tiene mucho del propio Jorge.

Entrar en el mundo desenfadado de Eli, Conchi y Loli nos retrotrae a nuestro propio mundo infantil, aquel poblado de recreos, sándwiches, motes y profesores más o menos aburridos. La narrativa es ágil, amena y absorbente. Y se combina con las magníficas ilustraciones de Marta Marbán de Frutos, que les pone cara a las protagonistas con un estilo delicado e ingenuo, colorido y original. Desde luego, la ilustradora y el autor hacen un equipo maravilloso, y los lectores estamos deseando que continúen las aventuras de estas tres niñas tan carismáticas.

“Inés más allá del firmamento de agua”, de Olira Blesa

Este año se ha publicado la segunda edición de la novela de Olira Blesa, Inés más allá del firmamento de agua, cuya presentación tuvo lugar hace unos meses en la librería Lé, donde tuve el privilegio de encontrarme. El acto supuso una doble alegría, porque la presentación de la segunda edición estaba prevista hace dos años, pero hubo de cancelarse debido al gran confinamiento de 2020.

Se trata de una edición estupenda, comenzando por la colección: Alba y Mayo, de Ediciones de la Torre, es una de las colecciones de literatura infantil más célebres de España, que ya tiene una historia. Toma su nombre de un verso de Miguel Hernández y muchos adultos la recuerdan por ser la colección en la que se publicó Miguel Hernández para niños, Rafael Alberti para niños, y tantos otros poetas. Es un lujo formar parte de una colección que puede considerarse ya histórica en España. Una colección en la que, además, las ilustraciones tienen un papel fundamental. En el caso de esta novela, intervienen dos ilustradoras, autoras de dos tipos muy distintos de ilustraciones que conviven. No es una decisión casual; la propia autora explica la razón en su prólogo: “El mundo del Firmamento de Agua tiene dos zonas, como el propio juego de las damas o el ajedrez, pero en lugar de blanco y negro, las zonas se dividen en la zona realista (donde predomina la humanización de las damas) y la zona antirrealista (donde la esencia de las damas se manifiesta en lo antropomórfico desde lo sobrenatural). Serás tú, lector, quien elija desde qué lado del tablero querrás que se desplace Inés y en qué forma se manifiesta la realidad del Firmamento de Agua: con las damas humanas con las damas sobrenaturales”. Dos perspectivas, pues, dos caminos abiertos para el lector, trazados por las magníficas Nerea Aguilar y Rosa Nevado.

Las ilustraciones, pues, son fundamentales en esta novela, forman parte de su esencia, del mismo modo que lo eran en la novela que se homenajea. Porque Inés más allá del firmamento de agua es un clarísimo homenaje a Lewis Carroll, el autor de Alicia en el país de las maravillas. No es un descubrimiento mío, sino que en la propia novela se menciona varias veces a Alicia. Carroll es un autor fundamental en la trayectoria de Olira Blesa, cuyo doctorado versó, precisamente, sobre el lenguaje imaginario y la literatura de ficción antirrealista. La historia comienza con Inés persiguiendo en la piscina a un ratoncito de luz que, igual que el conejo blanco a Alicia, la guía desde la realidad a un mundo fantástico lleno de criaturas extraordinarias donde nada es lo que parece. El particular país de las maravillas de Olira Blesa: doce territorios con doce damas (como el juego de las damas) que le plantean una serie de retos para poder volver a casa. Además, la personalidad de Inés tiene mucho en común con la de Alicia: la misma curiosidad, la misma valentía, incluso la misma baja tolerancia a la frustración. Hay muchas situaciones y personajes que desafían la lógica y que me han recordado clarísimamente a los libros de Carroll. Por citar una, el momento en el que Inés trata de orientarse con un mapa y una de las damas, la Dama del Tiempo, empieza a confundirla con las direcciones, del mismo modo que hiciera el Gato de Cheshire con Alicia.

Pero además de inspirarse en Carroll y en tus otros autores de cabecera, como Barry o Laura Gallego, autores también de fantasía, hay una inspiración real. Esto creo que es inherente a los novelistas. De alguna forma, nuestros personajes, y aquí me incluyo, suelen estar basados en personas que conocemos. También existe una niña real que inspiró la creación de la pequeña Inés. Y por encima, toneladas de imaginación que ya van sorprendiendo al lector desde el principio. Por ejemplo, nada más entrar en el Firmamento de Agua, Inés descubre que la hierba es una hierba de luz. Es algo que me llamó mucho la atención cuando lo leí. Vi incluso alguna reminiscencia con ese mundo fantástico de Roald Dahl, al que no hemos mencionado, pero creo que podría encajar también. Olira no se poner barreras, sino que deja fluir totalmente su imaginación y esto se aprecia muy bien en los propios personajes de las damas, originalísimos y cada uno con sus características. Son doce: la Dama Árbol, la Dama Artificio, la Dama Deportista, la Dama del Cerezo, la Dama del Tiempo, la Dama de la Historia, la Dama Maquinista, la Dama Múltiple, la Dama del Hogar, la Dama Visionaria, la Dama de las profundidades y, por último, la Dama Pérdida, que es la que crea más misterio porque es la que Inés va buscando hasta el final del libro. Así que, para no revelaros el final, no voy a decir si la llega o no a encontrar… Cada una de las damas es sorprendente, crea unas expectativas al lector, una curiosidad de cómo será la siguiente…

En síntesis, es una novela que puede disfrutar cualquier amante de la lectura, independientemente de su edad. Porque la fantasía al final es un refugio para todos. Decía Luis Cernuda: “La realidad no es nunca lo suficientemente amplia y diversa para que ella nos baste por sí sola. Es necesario ese margen misterioso, de vagas luces y vagas sombras, delicado, exigente y voraz, que la imaginación proporciona. […]”. Y eso es lo que nos puede dar Inés más allá del firmamento de agua.

«Babilonia Dream», de Alicia Louzao

Afirma su autora que surgió a partir de un grafiti de la estación de su ciudad, Ferrol. En él se leía: “Todos los días son Babilonia”. Este origen refleja ya toda la esencia de la obra, la mezcla entre clasicismo y modernidad, porque Babilonia, esa gran Babilonia casi mitológica, la de los Jardines Colgantes y la Torre de Babel, cabe ahora en un grafiti. Alicia resucita el espíritu de Babilonia, el sueño de Babilonia, esa Babilonia cuyo esplendor cultural admiró Alejandro Magno, esa Babilonia que la Biblia llamó “La Gran Ramera”, porque la identificó con el centro de la lascivia y la soberbia. Alicia resucita su espíritu y lo trae a nuestra época, lo mezcla con Ferrol y con Madrid y hasta con Sant Albans, una ciudad en Reino Unido en la que trabajó como profesora. Y descubrimos esa nueva Babilonia en Hall Place Gardens, en el barrio de la Concepción, en la línea 3 de metro y en un Carrefour Express. Los temas bíblicos se combinan con estos lugares cotidianos y hasta banales. Y así leemos versos como: “Esperando la tierra prometida como el que espera al Ratoncito Pérez, o a Jesucristo, o una mano sobre la espalda”. O este otro: “Yo conocí a un condenado. / Hablaba con una voz dulce como hablan todos los que van a morir sin saberlo / y prometía todo lo que no debe decirse / y tenía un cacahuete sobre el ojo derecho”.

Perdidos por esa gran ciudad, una serie de personajes en los que la autora pone el foco de atención, porque lo que le interesa a Alicia no es el esplendor de Babilonia, sino las personas, las historias particulares y cotidianas, las que habitualmente pasan desapercibidas. Un hombre con estrellas en los ojos, fantasmas de ojos verdes y surcos en la frente, Elvis Presley y Marilyn Monroe, Holden Caulfield (el protagonista de El guardián entre el centeno). Y de repente, Marla Singer (de El Club de la lucha), el actor Colin Firth y la escritora victoriana Jane Austen comparten mesa en un Vip’s. Personajes llenos de historias, de sueños, de miedos. Y botas Dr. Martens y pantalones de y lentejuelas de Bershka, bolsos de Zara y converses azules. Todo mezclado con iglesias, santos, antiguos mitos y leyendas.

La voz poética en esta obra combina un tono bíblico, solemne, con imágenes chocantes, de un cierto surrealismo urbano. Las repeticiones y los paralelismos le otorgan un ritmo constante. Son poemas extensos que fluyen como cauces de ríos, abundan los versículos. Personalmente, me ha recordado a los poemas representables de Federico García Lorca, concretamente a uno que se titula “La degollación de los inocentes”. Y también al tono solemne y salvaje de Ginsberg en Aullido, pero más tierno.

Internarse en este libro es perderse sin mapa por una nueva Babilonia. Y como escribe la autora al comienzo, “cruzar Babilonia sin brújula y sin conocer la precisa dirección del viento es todo un reto”. Pero es un reto al que yo os animo. Porque Alicia, igual que la Marla Singer de su poemario, sabe “invocar las cosas bellas”.

Babilonia Dream ha visto la luz este año gracias a la joven editorial BajAmar, que está forjando una colección poética muy interesante, y cuenta con una magnífica ilustración de cubierta, obra de Leticia González.

COMPRAR BABILONIA DREAM, DE ALICIA LOUZAO

Dentro de la poética de Ángel Chavarría

Conocimos a Ángel Chavarría (Madrid, 1996) a través del poeta y amigo canario Manuel Díaz García, cuyas recomendaciones poéticas son siempre bienvenidas. Ángel había estado viviendo en Canarias hasta que, en septiembre de este año, se trasladó a Madrid con mucha ilusión y varios libros a sus espaldas.

Lo que más me sorprendió fue que, a pesar de su juventud, reivindicaba un estilo poético que algunos podrían considerar caduco y otros un emotivo homenaje a los grandes clásicos de la literatura. Un léxico muy elaborado, que rescata sin pudor términos de otras épocas; métrica y profundidad en el mensaje, ¡rima! No podemos negarle la originalidad a una propuesta así en los tiempos que corren. Pero no se limita a imitar a los clásicos: también introduce novedades, experimenta, va más allá. ¿Conocíais el concepto de “saga poética”? Yo no, la verdad, y me pareció curiosísimo. Ángel inició este ambicioso proyecto, que lleva el título de En tierras baldías, en 2020, y ya cuenta con dos títulos: Gothica (2020) y Principia (2021). He tenido ocasión de leerlos. Me llamaron la atención ya desde el índice, en el que introduce pasajes narrativos que contextualizan el contenido poético. Nunca había visto algo así.

Estamos ante un poeta jovencísimo que mima el lenguaje y no se deja llevar por modas o corrientes: sostiene la poderosa lanza de su estilo frente a un panorama poético contemporáneo que, demasiado a menudo, vira hacia la superficialidad. La poesía de Ángel es densa; no se lee de una pasada: hay que adentrarse, paladearla, dedicarle una segunda y una tercera lectura para apreciar todos sus matices. Lo cierto es que merece la pena.

Además de los dos títulos de En tierras baldías, ha publicado varios poemarios anteriormente: Asylum (2016), Huesos y rosas (2017) y Espejos (2019). Y se ha adentrado también en la narrativa con el conjunto de microrrelatos Ritos, Sacrificios y Orgasmos. Por lo que he podido saber, ya está pensando en el tercer título de su saga. Resulta inevitable preguntarse qué nuevas sorpresas nos traerá a los lectores.

“A golpes con la palabra”, de Manuel Díaz García

Para llegar a la metáfora, al poema esperado, es necesario un largo camino, una lucha contra el lenguaje, un ejercicio de condensar nuestro caótico pensamiento y traducirlo en signos lingüísticos inteligibles que además susciten una cierta sorpresa en el lector, como exige el quehacer poético. El nuevo libro de Manuel Díaz García, A golpes con la palabra (Ediciones Aguere y Ediciones Idea, 2020), da fe de esa batalla mantenida por el poeta, que nos sumerge en una dimensión alternativa plagada de letras, oraciones, signos de puntuación. Con prólogo de Antonio Arroyo Silva y nota en contracubierta de Eduardo García Benítez, la obra se divide en tres secciones –“Vocales, consonantes, sílabas”, “Palabras, frases” y “La palabra exacta”– rematadas por dos anexos finales.

El poeta se identifica con los signos lingüísticos para expresar su estado de ánimo: inútil como “el fonema aislado en la palabra”, triste como la hache, oprimido “como una i minúscula a la que le pesa el punto”, frustrado “como una sílaba tónica despojada de su orgulloso acento por cuestiones ortográficas”. A la par de esa humanización de los signos, estos también adoptan el papel de enemigos y, así, al poeta “le duelen en el corazón las palabras sueltas a deshoras” y se confiesa “harto de tantos puntos suspensivos, / derrotado / por las comas, / asediado por los puntos seguidos, / y acongojado por los puntos y aparte”. La sintaxis, burlona, le increpa; la metáfora perfecta no aparece, el silencio puede ser desgranado. Y esas viejas palabras y frases muertas con el paso del tiempo le sirven para hacer crítica social: “nada / resultó tan agorero / como el día / en el que / la moral / fue prostituida / en el senado / y en el congreso / del Estado. / Temblaron / los cimientos / de la vieja Grecia […]. / Maquiavelo / saboreó / el aliento corrupto / de la política / y sintió, / que el final, / era un hecho consumado: / Todo no fue más que una falacia / conservada en el tiempo”. Las palabras del poeta se elevan desde la humildad y cantan verdades: “La nobleza interior, / ni se enseña ni se aprende, / se tiene o no se tiene / y la pedantería / no / le / llega / a / hacer / sombra”.

Junto a la crítica social existe también una introspección que refleja un cierto tormento inherente al alma del poeta: “Dejadme a solas con mi muerte, / que tenemos mucho que reprocharnos”, “Lloro porque no lloro, / río porque me sangra el alma, / en este sentido sin sentido, / que es la risa del llanto, que nos ahoga”. Desde esta perspectiva, el poema IV de la tercera sección se erige como uno de los más estremecedores del libro: “Estoy pariendo muertos desde mi vientre cementerio, / y cada gestación me dura / lo que tarda una lágrima suicida en arrojarse al abismo del olvido imposible”. Y junto a la muerte, aparece también el amor: “Junto a ti el amor, / es un gerundio eterno / que me colma / más allá de cualquier expectativa soñada”.

Manuel Díaz García se entrega a la poesía con autenticidad y sin ambages, con la experiencia de un gran lector y de quien lleva luchando toda una vida por la literatura. Creador del Festival Internacional de Literatura “ELVA, Encuentro de Letras y Versos del Atlántico”, del “Artebirgua Literario. Letras en la Cumbre” y del Nanoteatro Mental, director del proyecto cultural “Poesía Viva de la Atlántida”, ha publicado anteriormente los libros Memorias de un hombre olvidado, El labrador de versos, Con Gáldar en el corazón y Nostalgia del olvido.

«Nuevas nuevas sobre Colón»: una novela «histriónica» de Ezequías Blanco

Supuesto retrato de Colón realizado por Sebastiano del Piombo

Conocía a Ezequías Blanco en su faceta poética por su último poemario, Tierra de luz blanda (Los Libros del Mississippi, 2020), pero ahora que lo he descubierto también como narrador puedo afirmar, sin lugar a dudas, que nos encontramos ante un escritor verdaderamente polifacético.

Su novela más reciente, Nuevas nuevas sobre Colón, publicada por Isla de Delos y definida por el propio autor como «novela histriónica», da una vuelta de tuerca a los sucesos en torno al descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón. El narrador ofrece una perspectiva ficticia única, divertida, originalísima, jugando con la mezcla entre elementos históricos y otros propios de la modernidad, algo que también se observa en el léxico, muy influido por la tradición y en el que los golpes de humor surgen con las incursiones de expresiones contemporáneas. Lo mismo ocurre con las referencias culturales, como cuando se menciona que a los hermanos Pinzón les cabreaba que les cantaran la famosa canción.

Cubierta de la obra publicada en Isla de Delos

De algún modo, el autor baja a Colón de su pedestal y lo convierte en un ser de carne y hueso, risible a veces, y entrañable. Lo hace a través de un estilo narrativo ágil y ameno, impecable en su elaboración, con matices cervantinos en algunos momentos en los que afloran el humor y la ironía. Incluso el propio prólogo podría calificarse de cervantino, puesto que, en él, Ezequías Blanco atribuye el texto a un ficticio «Santiago del Valle», «del que no ha encontrado referencia alguna a pesar de haberla buscado con ahínco», del mismo modo que Cervantes atribuyó El Quijote a un supuesto historiador arábigo llamado Cide Hamete Benengeli.

En síntesis: nos encontramos ante un libro profundamente ingenioso desde su primer capítulo, «El huevo de Colón», que fue el relato original a partir del cual surgió todo. Como nota personal, he de señalar que uno de los detalles más histriónicos ha sido, para mí, la divertida elección de los nombres de algunos personajes: «Perfumemarchito», «la marquesa de Peloenpecho», «Naboencinta», «Enlaesquinahayparcheo», etc.

“Lejana y brumosa Ítaca”. El viaje y la identidad en “Ulises X”, de Alberto Guirao

El último poemario de Alberto Guirao forma parte de esa generación de libros que vieron la luz en el fatídico 2020 y que todavía no han podido tener una buena presentación en sociedad, a pesar de estar publicado nada menos que con Hiperión. Alberto Guirao, que estudió conmigo Periodismo en la Carlos III y al que la carrera le sirvió para lo mismo que a mí –sacarse unas oposiciones y convertirse en profesor de instituto de Lengua y Literatura–, va por la vida con un aire muy curioso de eterno despiste, de pasar por allí casi por casualidad, de escribir poesía como quien se pone a cocinar bizcochos. Es solo una fachada, porque, en realidad, Alberto sabe lo que hace y cómo lo hace; detrás de cada uno de sus poemas hay una cuidadísima elaboración y un auténtico arsenal de lecturas.

Y así, a lo tonto, ya es autor de tres poemarios premiados: Ascensores, que obtuvo el II Premio de Poesía Marcos R. Pavón; Los días mejor pensados, galardonado con el XII Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande, y el más reciente, Ulises X, Premio “Valencia Nova” de la Institució Alfons El Magnànim.

Cubierta del libro, con ilustración de Candela Sierra.

Siguiendo la estela de sus libros anteriores, el nuevo libro se plantea en torno a dos ejes principales: el viaje y la búsqueda de la propia identidad. El propio autor confiesa en una nota final que el poemario fue “gestado como una larga novela”. También en cuanto a narratividad, porque puede entenderse como una historia dividida en tres secciones: “Casilina” –que hace referencia a una estación de Roma–, “Madrid” y, de nuevo, “Casilina”. En cuanto a la voz lírica, es una suerte de Ulises posmoderno embarcado en una Odisea contemporánea que mezcla personajes mitológicos y literarios clásicos – Calisto, Ulises, Penélope, Pantóono, Eumeo, Demódoco, Palas Atenea, Dido, el Cíclope y las sirenas…– con elementos de la modernidad como apps, emojis o merchandising –¡incluso aparece el Happy Meal!–. “Volverá al origen de la épica: ese amante del banner en el que nunca clicamos”. Parte del encanto del libro se corresponde con esa atrevida combinación, que se refleja muy bien en los siguientes versos, en los que incluso introduce un homenaje a Lorca:

“Mientras tanto, zapear: el Cíclope presenta “Bureaucrazy, aquel survival show en el que huele a gato laminado con esa sintonía escurridiza Hay un dolor de huecos por el aire por el aire por el aire”

Federico no es el único escritor que circula por entre las páginas. También están Eugenio Montale y Raymond Carver, a quien dedica un homenaje en “Carver en Conciliazione”. Y Cesare Pavese, cuyo verso más famoso –“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”– parodia: “Vendrá la alarma y no tendrán / mi carné de identidad”. El libro está plagado de intertextualidades y de reflexiones bañadas de humor y de ironía muy al estilo de la Generación del 50: “el héroe bien acepta una pedrada a cambio de quedarse en el altar”. También se percibe una influencia del género aforístico: “Lo peor del vaso bebido hace tanto: no evocar siquiera la sed de quien evitablemente abandono”, “La mudanza está prevista en el modelo familiar”.

La familia, la herencia familiar, es de hecho un tema fundamental en su poemario anterior, Los días mejor pensados, que continúa muy presente en éste. Representa la solidez frente a lo transitorio, lo efímero del viaje. El sujeto lírico da la impresión de encontrarse siempre en movimiento: “Inaugural compromiso social: escribir poemas en aviones, sobre aviones y por la marcha abismal del provinciano. / ¿Será el exilio un agosto madrugando?”. Aviones, estaciones, mudanzas, son una constante del poemario. Se mezclan con emociones como el miedo, el amor, la incertidumbre o el arrepentimiento. Y la desorientación tan propia de la juventud. Entre las ciudades mencionadas, cobran protagonismo Madrid, donde el poeta reside actualmente, y Roma, donde comenzó a escribir la obra. Y también se plantea el regreso, la idea de patria, de hogar: “Lejana / y brumosa Ítaca Dudosos / poema o patria / a los que solo los fatuos / queremos aún regresar”.

El sujeto lírico experimenta todos estos cambios y transiciones con una suerte de ingenuidad primigenia que no se pierde: “Alguien acaba de olvidarse de sí mismo en un sentido irreversible. ¿Le esperan en la sombra de las llamadas nocturnas? ¿Han venido a por él emisarios de aquel tiempo? / Me gustaría continuar ignorando muchas cosas que ahora ignoro”. Surge, de un modo simbólico y repetido, la idea de la ceguera, de la invidencia.

Al final, el viaje también agota al héroe lírico, igual que en su día a Ulises: “La nostalgia goteaba por tu frente En un sobre llegaron tus amigos posando sin ti”. Y termina concluyendo:

“Como todos, puede / que hayamos sido felices al aterrizar y que / estas sean nuestras únicas certezas: / Algo ocurre entre ir y volver / y a casi nadie se le puede exigir / un correcto dominio del lamento”.

Los poemas están escritos en versículo, en su mayoría, y producen una impresión burbujeante: van brotando los versos, expandiéndose, fluyendo, igual que una mancha de tinta que va creciendo lenta pero inexorablemente. Lo consigue el autor mediante las repeticiones que ralentizan el ritmo, que remiten a un mismo eje, y con la supresión de los signos de puntuación, que compensa esa ralentización. Se trata de una poesía compleja, elaborada, que exige una lectura profunda para poder abarcar todo –o casi todo– lo que ofrece al lector. Un libro, en síntesis, muy recomendable, de un autor que ya ha logrado un hueco entre los poetas de su –de nuestra– generación.

♣ Comprar Ulises X