PRETÉRITO

«Pero el niño buscaba el camino de regreso
al lugar donde dejó de ser niño.»
(Manuel Francisco Reina)

Hoy estoy viéndote.
Desconozco a través de qué o dónde,
pero te veo.
Estás ahí, con tus manos pequeñas,
con los cordones desatados
y una mezcla de lágrimas y mocos
recorriendo con crueldad tu cara.
Estás solo y, por eso, lloras.
Era algo que hacías cuando no había nadie,
lejos de miradas curiosas
y palabras que pudieran herirte.
Tenías que aparentar ser fuerte desde niño.
Sabías que sería necesario,
que algunas diferencias no son bien recibidas,
y que el dolor que fueras recogiendo
se iría acumulando hasta la tumba.
Si pudiera, borraría esa angustia.
Arrojaría mis manos de hombre
al plano pretérito donde te encuentras.
Besaría tus lágrimas.
Haría un doble nudo a tus cordones
y ataría a los tuyos mis ojos azul mar
para invitarte al cauce de sus tranquilas aguas,
pequeño náufrago.
Pero tendrás que lidiar con el dolor sin mí,
porque allí donde estás yo no existía.
Tendrás que armarte de coraje,
aunque lo agotes para siempre,
aunque no dejes ni una gota
al final del abismo,
pues tus manos serán siempre pequeñas;
tus pasos, cortos;
y no habrá nadie que pueda ayudarte
sin que vuelvas a recorrer
la senda de tus días anteriores.

© Jorge Pozo Soriano, Escrito bajo las uñas