EL PEZ

Aunque sintieran las escamas
sus sombras en el mar
como damas de la noche
—por aroma y de repente
en el final de ocaso—
junto a mí:
……………un árbol indemne
crecía el desierto
con su vida.

Aunque la dinámica tomara
la forma, su sable huella y largo velo,
del primitivo sueño de los hermanos
en la caña rota del hambriento pescador;
en mis manos:
…………..nacía un grano de arena
…………..brevemente olvidado
tras la espina
del ojo.

Aunque la branquia se orqueste
a raíz de la memoria batida
de cada boqueo ya disuelto en todo,
antes, mi sangre:
……………templaba
en los rojos tragaluces.

Sin embargo,
nunca sentí el océano
—no hizo falta—
porque hasta los peces más pequeños,
que pierden su corazón en el aire,
se alivian con tu lluvia.

© Andrés París, 2018