«Babilonia Dream», de Alicia Louzao

Afirma su autora que surgió a partir de un grafiti de la estación de su ciudad, Ferrol. En él se leía: “Todos los días son Babilonia”. Este origen refleja ya toda la esencia de la obra, la mezcla entre clasicismo y modernidad, porque Babilonia, esa gran Babilonia casi mitológica, la de los Jardines Colgantes y la Torre de Babel, cabe ahora en un grafiti. Alicia resucita el espíritu de Babilonia, el sueño de Babilonia, esa Babilonia cuyo esplendor cultural admiró Alejandro Magno, esa Babilonia que la Biblia llamó “La Gran Ramera”, porque la identificó con el centro de la lascivia y la soberbia. Alicia resucita su espíritu y lo trae a nuestra época, lo mezcla con Ferrol y con Madrid y hasta con Sant Albans, una ciudad en Reino Unido en la que trabajó como profesora. Y descubrimos esa nueva Babilonia en Hall Place Gardens, en el barrio de la Concepción, en la línea 3 de metro y en un Carrefour Express. Los temas bíblicos se combinan con estos lugares cotidianos y hasta banales. Y así leemos versos como: “Esperando la tierra prometida como el que espera al Ratoncito Pérez, o a Jesucristo, o una mano sobre la espalda”. O este otro: “Yo conocí a un condenado. / Hablaba con una voz dulce como hablan todos los que van a morir sin saberlo / y prometía todo lo que no debe decirse / y tenía un cacahuete sobre el ojo derecho”.

Perdidos por esa gran ciudad, una serie de personajes en los que la autora pone el foco de atención, porque lo que le interesa a Alicia no es el esplendor de Babilonia, sino las personas, las historias particulares y cotidianas, las que habitualmente pasan desapercibidas. Un hombre con estrellas en los ojos, fantasmas de ojos verdes y surcos en la frente, Elvis Presley y Marilyn Monroe, Holden Caulfield (el protagonista de El guardián entre el centeno). Y de repente, Marla Singer (de El Club de la lucha), el actor Colin Firth y la escritora victoriana Jane Austen comparten mesa en un Vip’s. Personajes llenos de historias, de sueños, de miedos. Y botas Dr. Martens y pantalones de y lentejuelas de Bershka, bolsos de Zara y converses azules. Todo mezclado con iglesias, santos, antiguos mitos y leyendas.

La voz poética en esta obra combina un tono bíblico, solemne, con imágenes chocantes, de un cierto surrealismo urbano. Las repeticiones y los paralelismos le otorgan un ritmo constante. Son poemas extensos que fluyen como cauces de ríos, abundan los versículos. Personalmente, me ha recordado a los poemas representables de Federico García Lorca, concretamente a uno que se titula “La degollación de los inocentes”. Y también al tono solemne y salvaje de Ginsberg en Aullido, pero más tierno.

Internarse en este libro es perderse sin mapa por una nueva Babilonia. Y como escribe la autora al comienzo, “cruzar Babilonia sin brújula y sin conocer la precisa dirección del viento es todo un reto”. Pero es un reto al que yo os animo. Porque Alicia, igual que la Marla Singer de su poemario, sabe “invocar las cosas bellas”.

Babilonia Dream ha visto la luz este año gracias a la joven editorial BajAmar, que está forjando una colección poética muy interesante, y cuenta con una magnífica ilustración de cubierta, obra de Leticia González.

COMPRAR BABILONIA DREAM, DE ALICIA LOUZAO

Dentro de la poética de Ángel Chavarría

Conocimos a Ángel Chavarría (Madrid, 1996) a través del poeta y amigo canario Manuel Díaz García, cuyas recomendaciones poéticas son siempre bienvenidas. Ángel había estado viviendo en Canarias hasta que, en septiembre de este año, se trasladó a Madrid con mucha ilusión y varios libros a sus espaldas.

Lo que más me sorprendió fue que, a pesar de su juventud, reivindicaba un estilo poético que algunos podrían considerar caduco y otros un emotivo homenaje a los grandes clásicos de la literatura. Un léxico muy elaborado, que rescata sin pudor términos de otras épocas; métrica y profundidad en el mensaje, ¡rima! No podemos negarle la originalidad a una propuesta así en los tiempos que corren. Pero no se limita a imitar a los clásicos: también introduce novedades, experimenta, va más allá. ¿Conocíais el concepto de “saga poética”? Yo no, la verdad, y me pareció curiosísimo. Ángel inició este ambicioso proyecto, que lleva el título de En tierras baldías, en 2020, y ya cuenta con dos títulos: Gothica (2020) y Principia (2021). He tenido ocasión de leerlos. Me llamaron la atención ya desde el índice, en el que introduce pasajes narrativos que contextualizan el contenido poético. Nunca había visto algo así.

Estamos ante un poeta jovencísimo que mima el lenguaje y no se deja llevar por modas o corrientes: sostiene la poderosa lanza de su estilo frente a un panorama poético contemporáneo que, demasiado a menudo, vira hacia la superficialidad. La poesía de Ángel es densa; no se lee de una pasada: hay que adentrarse, paladearla, dedicarle una segunda y una tercera lectura para apreciar todos sus matices. Lo cierto es que merece la pena.

Además de los dos títulos de En tierras baldías, ha publicado varios poemarios anteriormente: Asylum (2016), Huesos y rosas (2017) y Espejos (2019). Y se ha adentrado también en la narrativa con el conjunto de microrrelatos Ritos, Sacrificios y Orgasmos. Por lo que he podido saber, ya está pensando en el tercer título de su saga. Resulta inevitable preguntarse qué nuevas sorpresas nos traerá a los lectores.

La complejidad sencilla de "Cosas comunes", de Zel Cabrera

“la memoria es un milagro en el que anidan
las cosas simples […]”

(Zel Cabrera, Cosas comunes)

La poesía puede ser sencilla en su forma y, no obstante, transmitir un mensaje profundo. El poemario Cosas comunes, de Zel Cabrera (México, 1988), publicado en Ediciones Liliputienses en 2020, constituye una clara demostración de esta idea. Se trata de una obra accesible para cualquier lector y no necesariamente para un lector del género poético, gracias a su sencillez externa, que a veces llega al punto de parecer más una narración o una exposición de la voz lírica, como si la poeta estuviera hablando directamente con sus lectores. Esa espontaneidad, esa cercanía, combinada con el mensaje, es lo que produce, en el caso que nos atañe, el efecto tan anhelado de la identificación entre lector y autor.

Cubierta de Cosas comunes, de Zel Cabrera (Liliputienses, 2020)

A través de sus versos, Zel Cabrera abre las puertas de su mundo particular a sus lectores. Nosotros tomamos su mano y vamos avanzando página a página, distraídos con su cotidianidad, conociéndola poco a poco, igual que cuando comienzan las amistades. De hecho, al terminar el libro la sentimos cercana: deja de ser la autora, ese ente abstracto habitante tras los versos, para convertirse en Zel, un ser humano que sufre, que disfruta; que vive, en suma. Una persona con miedos, con deseos, con pequeñas manías, amante de los perros y del ruido de los aviones. Un ser imperfecto y acogedor que se va perfilando en cada poema.

Esta obra es, en cierto modo, una declaración de intenciones de la escritora. Con valentía, hace acto de presencia en sus poemas, se desnuda, líricamente hablando, ante sus lectores. No esconde sus angustias en símbolos o en metáforas: cuando está triste, así lo manifiesta, aunque confunda la tristeza con el cansancio o con el hambre y su perro, esa personificación de la inocencia, sea el único capaz de distinguir sus emociones. Hay sabiduría en la sencillez, parece recordarnos. También habla a menudo de su madre, desesperada por llevarla por el camino de la rectitud, o de su padre, más políticamente incorrecto, que de madrugada canta boleros y ve combates de boxeo. Incluso de su abuelo, o de la ausencia de su abuelo, reflexionando así sobre la muerte con precaución, incluso con miedo que no trata de ocultar. Con el mismo cuidado se acerca al amor, aunque defiende que “no es bueno pronunciar amor / cuando el silencio es la palabra”. Para ella, la poesía no puede abarcar la magnitud del sentimiento.

La voz lírica de la autora se presenta como una joven de carne y hueso, corriente y, al mismo tiempo, distinta. Se esfuerza por marcar esa línea desde el principio: la separación entre “los otros” y ella. Ella como creadora, como dueña de una visión que dista del resto: “Porque las mujeres como yo, se casan con sombras / y polvo que se consuela entre los libros, / porque no sé tejer bufandas, / ni rebanar pimientos”, “Yo también lavo mi ropa los domingos, / la tiendo toda en el balcón / sin miedo a las miradas indiscretas”. La poeta se retrata, así, como políticamente incorrecta –más parecida a su padre que a su madre–, pero fiel a la verdad sobre sí misma. Y refleja esa verdad en todos los poemas, pero quizá especialmente en su magnífico y sincero “Autorretrato”: “Escribo que tengo 27 años y todavía le temo / a las escaleras sin barandal”.

Escribía anteriormente que los lectores vamos avanzando por sus versos distraídos con su cotidianidad, atraídos por esta cercanía, pero frecuentemente nos vemos obligados a detenernos en la lectura; cuando nos topamos, de repente, con una reflexión profunda, disimulada entre esas cosas cotidianas. El libro, de hecho, está plagado de este tipo de reflexiones, por lo que consigue elevar lo rutinario a un plano espiritual, lírico. Lo hace a través de símbolos desvelados, de metáforas próximas al aforismo o, incluso, a la greguería: “La ropa íntima es esa verdad a media voz que se susurra, como un secreto”, “Las tijeras son una goma borrando los lugares en los que la memoria ya no paseará”, “ese encanto de partir un pliego en dos como un Moisés dividiendo el mar negro”, “las velas son un faro en miniatura que soplo y apago para perder la ruta”, “El autobús es una maquinaria de objetos perdidos, grabado en el epitafio de los condenados a la espera”.

Por último, a lo largo de la obra no dejamos de notar el acervo cultural de la poeta, cuando los personajes de Shakespeare, Julio Verne o Jack Keroauc aparecen tranquilamente por sus versos, como flotando, o cuando hace alusión a algún mito, como el de Sansón y Dalila, para asociarlo a un acto tan cotidiano como cortarse el pelo.

De este modo, Zel Cabrera simplifica las reflexiones más hondas, los sentimientos más profundos; los envuelve de una aparente sencillez que atrae al lector. Porque la poesía, finalmente, es conseguir partir de la experiencia personal para alcanzar un mensaje universal.

Música y poesía

Si algo hemos aprendido del arte es su capacidad por nutrirse de las distintas áreas de la vida dando lugar a un producto, si no nuevo, armonioso. Los Bardos han tenido la oportunidad de demostrar que música y poesía pueden enlazarse en eventos muy dispares, desde la combinación temática estructurada en concierto y recital poético como fue el evento del 22 de febrero en la Librería La Lumbre. En este encuentro Los Bardos y Sebastia, bajo la temática del amor y superación de uno mismo, presentaron un marco donde se alternaba la actuación en acústico de la cantautora Sebastia con los poemas de Marina Casado, Julia L. Arnaiz, Guillermo Marco, Olira Blesa, Andrés París y Eric Sanabria; dando lugar a una combinación perfecta donde, cual marejada, un mismo sentimiento se manifiesta bajo letras y compases como fuente de empatía entre los artistas y el público.

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-con Sebastia en La Librería La Lumbre-

Otra oportunidad que han tenido Los Bardos al abrir la puerta al lenguaje musical fue el pasado 7 de abril de nuevo en La Librería La Lumbre con un proyecto de m:re music: Donde resuenen las palabras. Este proyecto comenzó a formarse en septiembre del año pasado en el que m:re music propuso a Los Bardos un proyecto atractivo a la par que ambicioso. Olira Blesa, Laura Navarrete (poeta que representó a Debbie Alcaide), Guillermo Marco, Alberto Guirao, Marina Casado, Andrés París, Julia L. Arnaiz y Eric Sanabria guiados por Víctor (m:re music) interiorizaron en el significado de la poesía y su conexión melódica. Tras una entrevista, m:re se lanza a la elaboración de una serie de piezas musicales que acompañarían el recital poético del 7 de abril. M:re music quiso sorprender con una puesta en escena que mezclara los sentidos auditivos y visuales, por ello, a cada una de las piezas le fue asignado un color que teñiría el fondo del escenario de La Lumbre mientras los poetas recitaban uno por uno.

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-cartel del evento «Donde resuenen las palabras»-

Teñido por el ánimo poético, m:re music se manifestó a sí mismo no solo como artista musical, sino también poeta, introduciendo hacia la mitad del evento una pieza desconocida para el grupo y un poema escrito por el propio m:re music; dando así el resultado de un evento diferente, ambiguo a todo lo que Los Bardos habían presentado hasta entonces, pero ganándose el aplauso del público y su interés porque esta experiencia no quedara solitaria en la historia de Los Bardos ni en un recital. Parece que no será esta la única ocasión en la que Los Bardos den la mano a nuevos retos imbricando poesía y el resto de las áreas del arte.

Poesía, amistad y naturaleza en el ELVA

Foto de familia del ELVA. En Gáldar, Gran Canaria

La poesía es algo más que una torre de marfil desde la que aposentarse y contemplar el mundo. También es conocer, compartir, vivir. Esta semana, he vivido junto a cinco compañeros bardos (Andrés París, Eric Sanabria, Alberto Guirao, Julia L. Arnaiz y Olira Blesa) una experiencia inolvidable en un marco natural que no podría ser más poético e inspirador. Hemos participado como invitados en la segunda edición del ELVA (Encuentro de Letras y Versos del Atlántico), cuyos actos se han desarrollado en diversos puntos de la serranía de Gran Canaria: Gáldar, Barranco Hondo de Abajo, Caideros y Juncalillo.

Marina Casado, Andrés París, Julia L. Arnaiz y Vasco Macedo ante un fondo de niebla

La mañana del viernes 12 de abril, una densa niebla nos recibió a nuestra llegada a Juncalillo, a la casa cueva donde nos alojaríamos. Era un lugar mágico, casi aislado de la realidad, alejado de los estereotipos turísticos que asocian a Canarias como un destino de sol y playa. Nuestro anfitrión, el poeta Manuel Díaz García, nos explicó más adelante que Juncalillo (perteneciente al distrito de Gáldar) formó parte, en tiempos, de un importante poblado aborigen llamado Artevirgo. Los paisajes que lo componen, heridos de flores multicolores y vientos que juegan a despeinar las ideas, dejan paso a la caída de la tarde a un observatorio astronómico natural en el que la luz más honda es la de la luna. El sábado por la noche, apostados junto al cementerio –en un paraje que hubiera hecho las delicias de cualquier poeta del Romanticismo–, el divulgador estelar Aday Gil Díaz nos enseñó a distinguir las constelaciones y nos mostró con su telescopio algunas estrellas como Sirius o Betelgeuse. También pudimos mirar los cráteres y los mares de la Luna. Otro día, Manuel lideró una auténtica expedición por las montañas de Juncalillo hasta llegar a las ruinas de una mansión abandonada, un lugar también muy becqueriano, con la fuente y los bancos de piedra del antiguo jardín devorados ya por la naturaleza. Después, el valle se cubrió de niebla como si de un algodonoso manto se tratara y el atardecer puso un broche de arrebol a toda aquella belleza.

Juncalillo, Gran Canaria

Inmersos en esos paisajes se desarrollaron los actos del ELVA, en los que nos solo aprendimos de la mirada y la pasión de los poetas y estudiosos canarios a través de recitales, talleres y conferencias (el propio Manuel, Antonio Arroyo Silva, Eusebio López, Berbel, Pepa Molina, Olivia Falcón, Beatriz Morales, Nicolás Guerra, etc.), sino que también conocimos a poetas de otros puntos de la geografía mundial, desde Carmela Linares, de Málaga, hasta Mohamed Ahmed Bennis y Khalid Raissouni, de Marruecos, pasando por Sandra Santos y Vasco Macedo, de Portugal. Hubo lugar para el homenaje a poetas canarios: Cristóbal Rafael Pérez Vegas, Ángel Morales García y Baltasar Espinosa Lorenzo. Los escritores canarios demuestran el orgullo por sus raíces y su cultura, una pasión contagiosa y la mirada abierta al universo.

Rodeados de tantos amigos inspiradores, los Bardos tuvimos ocasión de presentar nuestra Antología y recitar varios poemas. Por mi parte, también impartí una conferencia titulada Como naipe cuya baraja se ha perdido. La soledad del poeta en el mundo, que tuvo como protagonista, por supuesto, a mi adorado Luis Cernuda.   

Han sido estos unos días inolvidables, que permanecerán en el recuerdo y en nuestros versos, que nos conducirán a regresar un día a las tierras del antiguo poblado de Artevirgo para seguir aprendiendo de ellas y de sus gentes, de los colores que componen su bello alejamiento de la realidad. Desde aquí, queremos mostrar nuestro agradecimiento a todas las personas que lo han hecho posible, con un especial reconocimiento a Manuel Díaz García, fantástico idealista contemporáneo, poeta y apasionado rapsoda, el responsable de nuestra presencia en el ELVA, y de la propia existencia del ELVA. La poesía no es una torre de marfil cuando detrás de ella laten seres humanos.

Capturando las nubes de Guillermo Marco

Guillermo Marco y Javier Martínez Ruiz presentando Otras nubes en La Casa Encendida

Hace casi un año que los Bardos presentamos nuestra Antología. Llovía en Madrid y la biblioteca de La Casa Encendida se hallaba abarrotada de amigos, familiares y admiradores. Era nuestra “puesta de largo”. Casi un año más tarde, algunos bardos regresamos al mismo lugar para acompañar a Guillermo Marco en la presentación de su primer poemario, Otras nubes, con el que ha obtenido un accésit del 72º Premio Adonáis de Poesía, la misma edición en la que yo quedé finalista y gracias a la cual pude conocerlo.

Guillermo ha sido el último bardo en incorporarse al equipo, cuando nadie esperaba ya nuevas incorporaciones. Fue algo rápido y casi espontáneo, como si hubiera sido bardo desde hace mucho tiempo y anduviera por ahí perdido, esperando que lo encontráramos. En la primera reunión a la que asistió, nos sorprendió con una serie de poemas cortos, profundamente reflexivos, que ahondaban en su cotidianidad dejando ingeniosos flecos de existencialismo, muy a la manera de la Generación del 50. Tras aquella primera reunión, supimos que ya era parte del grupo.

El caso es que cuando volvimos a La Casa Encendida el pasado jueves 28 no llovía en Madrid, pero la biblioteca se hallaba igualmente abarrotada. Publicar un primer libro es algo muy especial, una especie de comunión pagana en la que de repente es posible reunir a personas de ámbitos muy distintos, personas que nunca esperarías ver en la misma sala, unidas por su ilusión para con el nuevo vate. Presentaba el evento el filólogo Javier Martínez Ruiz, profesor de Guillermo en el instituto Duque de Rivas, que le descubrió a uno de sus grandes referentes poéticos: Claudio Rodríguez.

Portada de la obra Otras nubes, de Guillermo Marco

Tras su fructífera intervención, en la que destacó el don de palabra de su ex alumno y la profundidad de sus versos, llegó el turno del propio Guillermo, que hizo las delicias del auditorio con un recital corto y hondo, como su poesía, amenizando la lectura de poemas con comentarios acerca de su génesis, comentarios que también retrataban fragmentos de su vida, sus sueños, sus recuerdos; porque, como él mismo confesó, la poesía refleja la personalidad del propio poeta. Aunque no está de acuerdo con la idea de la poesía como instrumento terapéutico o recipiente de victimismos, sostiene que la experiencia vital resulta fundamental como base desde la que partir, elevando lo cotidiano a un plano casi metafísico, tejiendo una red de sabiduría inocente y precisa. Así, en los poemas de Otras nubes aparecen sus padres, su hermana y su abuela, sus “antiguas novias” –a las que siempre recuerda sonriendo– y una anónima panadera de Puerta de Arganda. Pero también un limonero, un taxi que no se detiene y una librería que casi posee vida, que ha dado forma a su infancia y adolescencia. También “los otros Guillermos” que, como heterónimos de Pessoa, se pasean por el libro: el que debe volver, el violonchelista y el pastor, el que se ha quedado anclado en la infancia, en su pueblo. Todos estos personajes vivos –incluso los materiales–, reales y ficticios a un tiempo, ayudan a componer esa red de observaciones, de anotaciones en el diario vital, de sabiduría espontánea y limpia.

Guillermo sorprende por su vasta cultura a pesar de su juventud ­–nació en 1997– y su capacidad para conectar la poesía con entornos tan aparentemente distanciados como la ingeniería de computadores, que estudia actualmente en la Universidad Politécnica, combinándola con el grado de Lengua y Literatura Españolas en la UNED. Investiga el procesamiento y generación del lenguaje natural con redes de neuronas artificiales. Además, dirige un programa sobre literatura en la Radio del Campus Sur de la UPM.

La presentación de Otras nubes, publicada en la prestigiosa colección Adonáis de la editorial Rialp, fue todo un éxito. Nos invitó a todos los presentes a capturar una a una las nubes que componen el mosaico de su verdad, una verdad que, admitió, solo es posible hallar de forma limpia en su poesía. Cómo no aventurarse a leerlo.

Guillermo Marco firmando ejemplares de su obra en La Casa Encendida

CARACOLA

Igual que en una caracola suena el mar,
si acercas tu oído a mi boca
escucharás las palabras que callo.
olvidarás los nombres propios,
los párrafos marítimos,
los cálidos susurros.
sentirás un fresco chapoteo de palabras.
en la caracola está el mar.
en mi silencio, este libro.

(De Otras nubes)

Presentación de Otras nubes en La Casa Encendida

Bienvenidos a nuestra web

 

Más de tres años después de la fundación del grupo poético Los Bardos, hemos decidido que ya es hora de crear un espacio web propio, más allá de las redes sociales, donde dejemos un testimonio más solido de nuestras actividades.

Actualmente, nuestro grupo se halla formado por doce poetas nacidos entre 1983 y 1997: María Agra-Fagúndez, Débora Alcaide, Marina Casado, Rebeca Garrido, Alberto Guerra, Alberto Guirao, Julia L. Arnaiz, Guillermo Marco, Olira Blesa, Andrés París, Francisco Raposo y Eric Sanabria. Nos reunimos habitualmente en Madrid.

En el blog de la web, iremos publicando cosas muy variadas: desde crónicas de nuestros actos hasta reseñas de libros recomendados.

Os damos la bienvenida a este espacio y esperamos que sea de vuestro agrado.

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Algunos miembros del grupo en la primera tertulia de 2019